Hay muchas clases de alpinismo, ya que esta “modalidad” deportiva esta compuesta por un innumerable conjunto de prácticas deportivas en la alta montaña. La roca, el hielo y la nieve son en su gran mayoría los compañeros de juego con los que libramos batallas intensas e interiores.
En la entrada anterior os relataba la aventura en los hielos alpinos vivida estos días, en esta, por cambiar radicalmente de escenario, nos aproximaremos a las paredes de perfecta roca granítica del macizo. Buscando en sus infinitos itinerarios, uno que nos encandile y nos haga probar la dulce roca de alta montaña, en la que las fisuras, placas y perfectos diedros nos dirijan directamente a sus afiladas cumbres.
Después de seguir el consejo de nuestros expertos amigos, mi compañero navarro Alex y yo emprendemos la ascensión por el teleférico del Midi, descifrando el croquis de la vía “Le Maillón Manquat” al gendarme de la Ag du Paigme. Pues ha sido esta línea, la elegida para calmar nuestra hambre de roca.
500 metros de pared, que a priori parecen mucho menos, y dificultades que rondan en sus tramos más difíciles el 7a, nos separan de nuestra cima, la cual como ya hemos comentado en otras líneas, es simplemente el punto donde comienza la bajada, ni más ni menos, un mirador privilegiado donde descansar para la otra mitad de la ruta.
Armados hasta los dientes de las más sofisticadas armas de escalar y con energías renovadas tras un día de buen descanso, emprendemos la escalada sin vacilación, arremetiendo largo tras largo contra finas líneas de aire que se vislumbran sobre las sólidas placas de duro granito.
Poco a poco las dimensiones de la pared van realzándose a nuestro avance y solo tras la útil lectura de nuestro topo guía, somos capaces de definir por donde debemos de atacar semejante murallón.
Los primeros largos más suaves y plaqueros en su gran mayoría, dan paso a la parte superior de la vía, donde la dificultad se intensifica y la necesidad de exprimir nuestra técnica gestual se demanda a grandes bocanadas.
El tiempo es excepcional, razón por la que el primero de cuerda, libre de ropaje que le impida el movimiento, disfruta de cada largo de forma inversamente proporcional al segundo, que cargado con la pesada mochila de agua y elementos varios, se encuentra obligado a trepar con un pesado lastre, exigiéndose un esfuerzo extra.
El equipamiento es escaso, pero entre reuniones equipas con spits y algún clavo, se intercalan con cuentagotas algún expansivo más o clavos variados, permitiendo de esta forma seguir bien el itinerario y apretar en algún paso más expuestos.
De esta guisa y tras una pequeña (embarcada) variante directa en el penúltimo largo que nos queda a una sola tirada de la cumbre, alcanzamos la mitad de nuestra ruta, la cima.
Desde esta, la tremenda panorámica del valle de Chamonix y la vertiente norte del Ag. du Midi, se antojan un paradisíaco lugar, a vista de pájaro, digno de los ojos más especiales.
Con el tiempo cumplido y a sabiendas de que perderíamos el último teleférico, la bajada es un paseo colgado de nuestras telas de araña, que nos deposita al comienzo de la aventura.
La jornada aun no ha finalizado y solo tras 1600 metros de desnivel de bajada, la podemos concluir directamente en el Poco Loco, con una especial de la casa entre nuestras manos, saboreando en triunfo inexistente de la hazaña, siempre personal, que hemos realizado, pues de ellas se alimenta nuestros sueños y motivaciones.
¿¿Donde nos llevarán nuestros pasos la próxima vez??. ¿¿Qué pared ocupará nuestros sueños??. Preguntas con difíciles respuestas… es la magia de la montaña.
Al lío!!!
En la entrada anterior os relataba la aventura en los hielos alpinos vivida estos días, en esta, por cambiar radicalmente de escenario, nos aproximaremos a las paredes de perfecta roca granítica del macizo. Buscando en sus infinitos itinerarios, uno que nos encandile y nos haga probar la dulce roca de alta montaña, en la que las fisuras, placas y perfectos diedros nos dirijan directamente a sus afiladas cumbres.
Después de seguir el consejo de nuestros expertos amigos, mi compañero navarro Alex y yo emprendemos la ascensión por el teleférico del Midi, descifrando el croquis de la vía “Le Maillón Manquat” al gendarme de la Ag du Paigme. Pues ha sido esta línea, la elegida para calmar nuestra hambre de roca.
500 metros de pared, que a priori parecen mucho menos, y dificultades que rondan en sus tramos más difíciles el 7a, nos separan de nuestra cima, la cual como ya hemos comentado en otras líneas, es simplemente el punto donde comienza la bajada, ni más ni menos, un mirador privilegiado donde descansar para la otra mitad de la ruta.
Armados hasta los dientes de las más sofisticadas armas de escalar y con energías renovadas tras un día de buen descanso, emprendemos la escalada sin vacilación, arremetiendo largo tras largo contra finas líneas de aire que se vislumbran sobre las sólidas placas de duro granito.
Poco a poco las dimensiones de la pared van realzándose a nuestro avance y solo tras la útil lectura de nuestro topo guía, somos capaces de definir por donde debemos de atacar semejante murallón.
Los primeros largos más suaves y plaqueros en su gran mayoría, dan paso a la parte superior de la vía, donde la dificultad se intensifica y la necesidad de exprimir nuestra técnica gestual se demanda a grandes bocanadas.
El tiempo es excepcional, razón por la que el primero de cuerda, libre de ropaje que le impida el movimiento, disfruta de cada largo de forma inversamente proporcional al segundo, que cargado con la pesada mochila de agua y elementos varios, se encuentra obligado a trepar con un pesado lastre, exigiéndose un esfuerzo extra.
El equipamiento es escaso, pero entre reuniones equipas con spits y algún clavo, se intercalan con cuentagotas algún expansivo más o clavos variados, permitiendo de esta forma seguir bien el itinerario y apretar en algún paso más expuestos.
De esta guisa y tras una pequeña (embarcada) variante directa en el penúltimo largo que nos queda a una sola tirada de la cumbre, alcanzamos la mitad de nuestra ruta, la cima.
Desde esta, la tremenda panorámica del valle de Chamonix y la vertiente norte del Ag. du Midi, se antojan un paradisíaco lugar, a vista de pájaro, digno de los ojos más especiales.
Con el tiempo cumplido y a sabiendas de que perderíamos el último teleférico, la bajada es un paseo colgado de nuestras telas de araña, que nos deposita al comienzo de la aventura.
La jornada aun no ha finalizado y solo tras 1600 metros de desnivel de bajada, la podemos concluir directamente en el Poco Loco, con una especial de la casa entre nuestras manos, saboreando en triunfo inexistente de la hazaña, siempre personal, que hemos realizado, pues de ellas se alimenta nuestros sueños y motivaciones.
¿¿Donde nos llevarán nuestros pasos la próxima vez??. ¿¿Qué pared ocupará nuestros sueños??. Preguntas con difíciles respuestas… es la magia de la montaña.
Al lío!!!
2 comentarios:
Me alegra ver que al menos tu estas escalando cosas interesantes, no como otros que lo mas lejos que estamos llegando es a la playa, jeje...
¡¡¡Un abrazo muy fuerte!!!
estoy alucinada que vias mas bonitas!! ya me gustaria hacer todas essas vias con unos cracks como vosotros , yo intentare hacer esas vias pero poco a poco. saludos . Diana
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