Por segundo año consecutivo, con motivo de la Semana de Montaña del Valle del Jerte, organizada por el grupo senderista de Tornavacas, se llevó a cabo la ascensión al Torreón (2401 m) el pico más alto de Extremadura, por la ruta de “El Rebeco”, denominada así en homenaje al escalador natal del pueblo, Jose Ángel Lucas, fallecido a principio de los años 70 en las Grandes Jorasses (Alpes).
Un itinerario de dificultad muy alta, con desnivel de aproximadamente 1600m, sin caminos marcados y con una duración media de 12 horas.
En esta ocasión y aprendiendo del año anterior, el grupo contaba con la colaboración los miembros del plan de tecnificación en alpinismo de la Fexme, para, entre otras cosas guiar la ruta y cuidar a los participantes en el duro trayecto, sobre todo cuando el suelo se tiñese de blanco.
Un inicio de subida continua pasando por las diferentes extractos de vegetación de la zona, nos deposita en la zona alta del Valle, donde el dominio de los piornos y la roca dura de alta montaña conforman un paisaje especial, salpicado aquí y allá, por el blancor de las últimas nieves.
El sol brilla con fuerza y el viento azota a su paso la fila india que se forma en los tramos más aéreos, el andar se hace más lento y las dificultades aumentan cuando nos aproximamos al punto más alto, y por un instante, cuando los participantes menos experimentados se lamentan de haberse metido en semejante embarque, todo termina, la cumbre se ve muy cerca y atrás quedan el estrés y la ansiedad de los minutos tensos, ahora solo la felicidad y la sensación de satisfacción gobierna en sus cabezas.
Aunque para los más experimentados, saben que este punto, el más alto, es solo la mitad del camino, pues una larga caminata de otros mil y pico metros de desnivel, nos separan de nuestro punto de inicio y fin. El trayecto es divertido y largo, y para cuando nos queremos dar cuenta, tan solo nos resta una larga pista de cemento de 6 km de longitud, sin duda, la espina de la ruta.
Es posible que el trayecto que os relato, hable sobre todo, de esas gentes que dedicadas al pastoreo y la ganadería lo han recorrido, cientos de veces, en épocas pasadas, tiempos en los que el uso utilitario de la vida no permitía disfrutar de esos maravillosos lugares como merece.
Os invito, amigos y lectores, a fundiros con este entorno privilegiado, a subir a sus peñas, nadar en sus pozas y descansar con los ojos cerrados a la sombra de un roble, escuchando, sobre todo, los sonidos que nos relatan historias del pasado y presagios de futuro, bailando entre el cielo y la tierra al son de los acordes de la naturaleza viva.
Al lio!!!
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