“Que dura es la vida del escalador”…. y más, si la miramos con los ojos de aquellos que no pueden comprender el porque nos “jugamos la vida” por subirnos a una piedra, por el sitio más difícil, sin cobrar y además renunciado a otros placeres de la vida como la playa (tengo mis dudas), el sueño o pequeñas cosas interesantes del día a día.
Hace ya tiempo que mi familia comprendió algunas de las razones que me hacen acudir, cada vez que mis obligaciones me lo permiten, a disfrutar de alguna magnífica ascensión a cualquier pared o montaña, pues sensaciones que no podría explicar ni en un libro entero, acuden a mi cuerpo y me transportan automáticamente a un mundo de sueños y retos, vivencias y superaciones.
Todo esto, no hace sino intentar explicar porque una persona “normal” en la vida diaria, puede en un momento dado, trabajar toda la noche y sin dormir, buscar una escalada necesaria, que lleva planificando toda la semana y que le proporciona la energía y paz suficiente para afrontar la dura semana llena de trabajo y monotonía.
“El pilar de los Marx” es un claro ejemplo de ello, pues después de toda la noche conduciendo y sin dormir, enlace un vehículo con otro y apenas sin tiempo de terminar de completar la mochila, me ponía, junto con mi compañero del Plan Extremeño de Tecnificación deportiva, rumbo norte, en dirección al Puerto del Pico.
Una subida fugaz, en la que dejé la mitad de las fuerzas que tenía y ya estábamos delante del coloso impasible que gobierna el valle de cinco villas, El Torozo.
El calor sofocante cabalgaba en el ambiente creciendo a marchas forzadas y un gran número de escaladores, que habían sido más madrugadores, ya se encontraban negociando sus diferentes vías, llenando de color el gris plomizo del gran muro.
En poco tiempo organizamos el material y casi sin darnos un respiro estábamos bailando en las placas del inicio de la ruta, ascendiendo a una velocidad nada despreciable, pues como suelo decir, “correr por las vías es una actitud y no una competición.”
Los largos se suceden uno tras otro en una incansable búsqueda de la cima, predominando la placa en todas sus formas, y destacando sobre todo los dos largos del “Muro del Mundo”, el primero por verticalidad y dificultad y el segundo por belleza y disfrute.
En pocos metros más estamos en la cima, disfrutando de un día limpio y radiante, pero acusando, ahora que la ruta ha terminado, las horas sin dormir y el cansancio acumulado de toda la semana, por unos momentos analizo mi estado y compruebo no sin una pequeña sonrisa en la boca, que aunque mi cuerpo esta en reservas de fuerza, mi mente se encuentra con las pilas puestas, preparada para aguantar otros cuantos días sin el olor y el tacto de esta maravillosa roca.
Siempre Torozo!!!
Al lío!!!
Hace ya tiempo que mi familia comprendió algunas de las razones que me hacen acudir, cada vez que mis obligaciones me lo permiten, a disfrutar de alguna magnífica ascensión a cualquier pared o montaña, pues sensaciones que no podría explicar ni en un libro entero, acuden a mi cuerpo y me transportan automáticamente a un mundo de sueños y retos, vivencias y superaciones.
Todo esto, no hace sino intentar explicar porque una persona “normal” en la vida diaria, puede en un momento dado, trabajar toda la noche y sin dormir, buscar una escalada necesaria, que lleva planificando toda la semana y que le proporciona la energía y paz suficiente para afrontar la dura semana llena de trabajo y monotonía.
“El pilar de los Marx” es un claro ejemplo de ello, pues después de toda la noche conduciendo y sin dormir, enlace un vehículo con otro y apenas sin tiempo de terminar de completar la mochila, me ponía, junto con mi compañero del Plan Extremeño de Tecnificación deportiva, rumbo norte, en dirección al Puerto del Pico.
Una subida fugaz, en la que dejé la mitad de las fuerzas que tenía y ya estábamos delante del coloso impasible que gobierna el valle de cinco villas, El Torozo.
El calor sofocante cabalgaba en el ambiente creciendo a marchas forzadas y un gran número de escaladores, que habían sido más madrugadores, ya se encontraban negociando sus diferentes vías, llenando de color el gris plomizo del gran muro.
En poco tiempo organizamos el material y casi sin darnos un respiro estábamos bailando en las placas del inicio de la ruta, ascendiendo a una velocidad nada despreciable, pues como suelo decir, “correr por las vías es una actitud y no una competición.”
Los largos se suceden uno tras otro en una incansable búsqueda de la cima, predominando la placa en todas sus formas, y destacando sobre todo los dos largos del “Muro del Mundo”, el primero por verticalidad y dificultad y el segundo por belleza y disfrute.
En pocos metros más estamos en la cima, disfrutando de un día limpio y radiante, pero acusando, ahora que la ruta ha terminado, las horas sin dormir y el cansancio acumulado de toda la semana, por unos momentos analizo mi estado y compruebo no sin una pequeña sonrisa en la boca, que aunque mi cuerpo esta en reservas de fuerza, mi mente se encuentra con las pilas puestas, preparada para aguantar otros cuantos días sin el olor y el tacto de esta maravillosa roca.
Siempre Torozo!!!
Al lío!!!
2 comentarios:
Juanjo gracias por el dia tan estupendo que me hicistes pasar, tanto por la via que realizamos que se la recomiendo a todo el mundo como por tu compañia tan paciente.
Ay juanjillo, que cosas más bonitas dices a veces, que por desgracia (o no), sólo entendemos unos cuantos. un beso, sole
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