Adentrarse en ella confirma el “a vista” y por doquier aparecen rasgos singulares de un territorio que pocos conocen al dedillo y que para los foráneos es un laberinto difícil de conocer incluso con una buena guía en una mano y un mapa topográfico en la otra.
Fati en la chimenea del L1...
Hace muchos años que fui por primera vez a este lugar, allá por el 2002 cuando empezaba en esto de la escalada. Desde entonces no había vuelto a pisarla, ya que rodeados de granito, añoramos la caliza y cada vez que viajamos para escalar preferíamos ir a ella.
Juanjo en el L2...
Pero estos días que he pasado en Madrid y las rutas que he tenido que realizar por el entorno de la Pedri, me ha dado otra perspectiva y con otros ojos, he aprendido a valorar la belleza y la singularidad de este paisaje, venerado por unos y odiado por otros.
Juanjo superando el techito del L2...
De entre todos los riscos que componen el batolito de la Pedriza o al menos de los que yo conozco, el que más llamó mi atención desde un principio y me invitó a escalarle, es el que compone esta entrada, el Hueso.
Fati enmpieza el L3...
Pues un simple paseo por su base basta para quedarse con la boca abierta contemplando el gran arco que da nombre al sector y que levantándose un centenar de metros apoya en el muro con una aparente delicadeza que da respeto subirse a él y escalarlo.
Elegimos la vía “Fulgencio” ya que a mi parecer combinaba simpleza, clase y carácter. Un primer largo muy selectivo discurre por la chimenea que forma la pared y el arco, con muy poca protección, ni posibilidad de emplazarla. Es sin duda el clave de la vía y nos dará paso a disfrutar de los superiores. Premio merecido tras pasar este primer escoyo.
Fati en las setas del L3...
En la primera reunión ya estamos cabalgando el Hueso. De aquí para arriba dos largos preciosos predominantemente de adherencia nos llevarán a recorrer el lomo del hueso y nos dejará en la parte superior del mismo. Desde este punto aún nos quedarán dos tramos más fáciles y con seguros alejados para completar el recorrido de la ruta.
Fati en la laja final del L5...
Caminando de regreso contemplamos los demás riscos, fijándonos en las singularidades de cada uno, jugando al juego de buscar las formas a la pared, de ver la naturaleza con los ojos de la singularidad. Intentando descubrir los pequeños detalles.
Conocer un lugar ayuda a respetarlo y esto lleva a intentar conservarlo. La Pedriza invita a ser explorada, recompensa a quien la respeta y valora cualquier intento de ser conservada. A cambio ofrece joyas como esta y momentos inolvidables para cualquier viajero que se adentre en sus rincones.
Fati en la cima...
Al lio!!!
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