La vía...
Pero el principio de la historia comienza de otro modo, ya que el descanso de la vía anterior, había hecho mella en nosotros y abierto de nuevo el deseo de otra embarcada en el gran muro del Capitán. Nos decidimos por “Zodiac” que era uno de nuestros objetivos, más fácil y más corta, pero tras preparar las cosas y portear durante una larga y dura subida, los más de cincuenta kilos de material, agua y comida hasta pie de vía, un grupo de cinco coreanos comenzaban a escalar la ruta y otros dos italianos esperaban para entrar en ella, así que, con ese panorama decidimos en pocos minutos buscar una alternativa diferente.
Javi en la base del gran techo, al final del diedro negro..
“Nort American Wall” nos pareció una buena elección, ya que aunque no esta tan repetida y requiere llevar algo más de todo, recorría un buen paño de roca de 27 largos y 1000 metros de longitud, de una forma atractiva y con dificultades asumibles. Más lejos de esta visión, la vía pronto empezó a enseñar los dientes, con tramos muy difíciles de escalada sobre ganchos, plomos y cooperheard, marcados de C3, pero en nuestra opinión algo más complicados.
Juanjo en el último día de escalada...
El primer día fijamos los dos largos iniciales y descendimos, pues debíamos de reestructurar la estrategia y ver si nos hacía falta algo más, y al día siguiente, nos metimos de lleno en el muro. Es impresionante ver como pasa el tiempo enfrascado en la escalada, los días vuelan colgados del vacío, ganando muy poco a poco metros a la pared, mientras a tu alrededor decenas de cordadas libran sus batallas con otras vías, convirtiendo las noche en una continuación del cielo y salpicando el gran muro con puntos de frontal a modo de estrellas.
Segunda noche en pared...
Cuatro veladas pasamos nosotros imitando estrellas, colgados de nuestra hamaca en una suite de dos metros de largo por un de ancho, con todo lo necesario para vivir, pero sin ningún lujo al alcance, tan solo un bote de Nutella limpiaba en parte, a cucharadas, las incomodidades de tan colgada vida. Hay varios momentos clave, en los que si pudiésemos vermos en el suelo y pasar de la ruta lo hubiésemos hecho sin dudar, y otros que valen el esfuerzo realizado y por los que vivimos y nos gustan estas historias. Pero como podéis entender cinco días dan para mucho y tras el esfuerzo de viajar hasta aquí, plantearte escalar una ruta, prepara el material y escalarla, es normal que en la cumbre, la emoción roce la felicidad y los ojos se empapen del sabor del trabajo realizado, del escalón superado, de la vida plena.
Juanjo escalando una de las travesías superiores...
Ya bajando, comentaba con mi hermano un montón de cosas sobre lo que hacemos, pero sobre todo una que me llama bastante la atención y es la personalidad que te forja este tipo de aventuras, pues las cosas que haces son las que te moldean en todos los sentidos, y sufrir y disfrutar al mismo tiempo, plantearte metas tan comprometidas y conseguirlas y ser capaz de luchar codo a codo por un objetivo común en plan equipo, sin duda debe dejar un poso en el fondo de cada uno, arraigando una personalidad fuerte y comprometida.
Javi limpiando uno de los primeros largos...
Así, tras ganar los últimos metros a la ruta, pues el Cap no se rinde hasta el último largo, y terminar el comprometido descenso, el abrazo en la base, simboliza todo lo vivido, no hacen falta palabras, las emociones se expresan mejor en otros idiomas y así abrazados, contemplamos el paño de roca que nos ha hecho derramar, como toda buena historia, sangre, sudor y lágrimas.
Javi en su foto de cumbre...
Por último y por ello, lo más importante, pues las cosas buenas hay que dejarlas para el final, agradecer a todos aquellos que nos apoyan desde casa y que nos han ayudado a cumplir nuestros sueños, estamos eternamente agradecido y sin duda el éxito de esta aventura es en parte vuestro y aun así, queremos dedicároslo a vosotros.
Juanjo en la foto de cima...
Al lío!!!